jueves, 26 de enero de 2012

Sobre el multiculturalismo de la periferia: un cuento viejo, con un deseo nuevo: Bolivia, Argentina, Paraguay juntos de una vez.


Un amor boliviano
Guardé definitivamente el recuerdo conmovedor, recóndito y entrañable de aquella mirada suspendida en la mía. Así, fijé para siempre mi sentido del dolor y del amor. Después nunca nada iría a dolerme tanto. Tampoco gozaría de un amor tan profundo como el que ese día me dejaba definitivamente. Una paradoja que aquél día ignoraba y que recién al final de mis días puedo atisbar.
Salí del cuarto machucado de golpes, sin comprender tanto odio ni tanta bronca, ni nada: te había dicho que no te amaba más, y eso fue el fin. Me dijiste que te ibas, pero no adonde. No atenía siquiera a imaginar qué sería de vos, muchachito boliviano, que me dejaba para no vernos más, después de un año y medio de convivir entre rencores y pasiones. Jamás creí que tu partida sería definitiva. Pero no volviste.
Hoy busco en silencio tu mirada, para entender que el amor y el dolor suelen ser inseparables, como una máscara al rostro enmascarado que nos acompaña en la vida.
Pocas veces encuentro el silencio de mi mente y esas pocas veces aparece el recuedo de esa mirada de ojos achinados y complejo bolviano: hermosa en la retina de mi memoria, Carlos Vladimir, -nombre que tu padre militante comunista en Potosí te había puesto en homenaje a Marx y a Lenin-.
Una vez te piropearon, me contaste: “¡qué étnico tan lindo!”. No podría haberlo  dicho mejor: el piropo justo a tu hermosura de risa y alegría imparables cuando fumábamos porro; el piropo justo para tus ojos enormes y tus labios encarnados de besos tiernos y jugosos, como los de fruta madura. En aquellos tiempos no se hablaba de multiculturalismo, ni de neoliberalismo, todo recién empezaba.
Ojala este momento sea tan dichoso para vos como lo es para mi el recordarte, desde esta   Bolivia linda, antes de volver a Buenos Aires.


Mario CARDOSO

No hay comentarios:

Publicar un comentario